Monseñor Larregain: «La Cuaresma nos ayuda a volver a centrarnos en Dios, volver a lo esencial»
El arzobispo de Corrientes, José Adolfo Larregain, expuso durante su homilía la importancia que tienen para quienes profesan la fe católica estos 40 días que anteceden a Semana Santa. Habló de la "espiritualidad de lo secreto" y sus diferencias con la "cultura de la exposición".

En esta capital, el oficio religioso central se celebró por la noche en la Iglesia Catedral «Nuestra Señora del Rosario» y fue presidida por el arzobispo correntino, José Adolfo Larregaín. Durante la homilía, el Prelado explicó el objetivo del tiempo de Cuaresma e hizo especial referencia a que esta etapa del año es una oportunidad para reflexionar y «mirar hacia dentro».
El Pastor del Taragüí describió que este es un tiempo de introspección que contrasta con la «autorreferencialidad» que impera en esta era de redes sociales e «hiperconexión».
Ayuno, oración y limosna
Con este día damos inicio al tiempo litúrgico de la Cuaresma. Una vez más se nos recuerda la importancia de las prácticas del ayuno, la oración y la limosna. En las tres encontramos coincidencias: no se hacen para mostrar, se destaca especialmente la espiritualidad de lo secreto, espacio donde actúa y recompensa Dios.
La espiritualidad de lo secreto no significa destacar lo oculto en sentido de la intriga, el secretismo, introspección negativa, cerrada y centrada en sí mismo. Se refiere a la búsqueda de significado y conexión con algo más grande y profundo que nosotros mismos, a través de experiencias y prácticas que conectan con Dios, sus cosas y los demás.
Es bucear en procesos de observación y reflexión profunda sobre los propios pensamientos, emociones, experiencias y acciones, donde se exploran las dimensiones más íntimas del ser (introspicere: mirar en el interior). Este tipo de espiritualidad se basa en la búsqueda personal de la verdad, para ir más allá de lo dogmático y lo tradicional, permitiendo comprenderse mejor a sí mismo junto al entorno que rodea.
Sinodalidad versus «exhibicionismo»
El papa Francisco en el mensaje de Cuaresma para este año nos plantea la conversión a la sinodalidad, haciendo examen de conciencia sobre la capacidad de caminar juntos con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras necesidades.
Uno de los riesgos es caer en el exhibicionismo, donde parece que solo existe lo que se pregona a viva voz, lo que se muestra, lo que se sabe públicamente, lo que está subido en las redes y se destaca en los medios. Es necesario prestar atención ante microatentados contra la sinodalidad, la misma se construye ladrillo a ladrillo, se sube por peldaños y se baja en ascensor.
No olvidemos nunca la fecundidad del perfil bajo, es bueno tenerlo presente. Viene bien recordar del Decálogo de la serenidad que nos legó san Juan XXIII, «solo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie». La humildad, la disciplina, la dedicación al trabajo, el servicio, la compasión, la misericordia, la empatía, etcétera, son claves para encarnar el Evangelio sin necesidad de llamar la atención, ni de andar tocando la trompeta.
La validación social del «me gusta»
La espiritualidad de lo secreto difiere profundamente de la «cultura de la exposición», la cual se refiere a la tendencia creciente en la sociedad de compartir públicamente aspectos de la vida a través de redes sociales y plataformas digitales.
Algunas de esas publicaciones buscan la validación social de los demás a través del «me gusta», comentarios y seguidores. Se suele llegar a crear imágenes públicas de las personas que pueden llegar a ser fraudulentas, engañosas, falsas o muy diferentes de la realidad.
La exposición permanente lleva a la comparación constante con los demás, lo que puede generar sentimientos de inseguridad, envidia, rivalidad, discordias, etcétera. Encontrar equilibrio entre la espiritualidad de lo secreto y la cultura de la exposición es un desafío constante y permanente, exige prestar mucha atención.
Que diferente es la propuesta del evangelio, que nos hace caer en la cuenta de nuestra fragilidad y vulnerabilidad, de la condición humana de pequeñez: no somos más que polvo, manifestación de lo efímero. La Cuaresma nos ayuda a volver a centrarnos en Dios, volver a lo esencial, no buscar dobles intenciones, anhelar la transformación de la vida y sus relaciones.
Asumir nuestra condición humana nos interpela a una llamada a la conversión, porque somos todos peregrinos en la vida. El Sumo Pontífice nos interpela con algunas preguntas: «¿Estoy realmente en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falto de esperanza? ¿Busco caminos de liberación de las situaciones de pecado y falta de dignidad?».
Que vivamos este tiempo como un kayros, tiempo propicio de Dios para hacernos personas nuevas. Que renovemos la esperanza que no defrauda, la de la confianza en Dios y su gran promesa en la vida eterna. La esperanza es nuestra ancla segura y firme de la fe.
Los invito y propongo vivir intensamente estos cuarenta días que nos motivan a preparar nuestro corazón para seguir a Jesús e identificarnos con Él. (…).
Fuente: Diario época