Una casa de universitarios, un cuádruple homicidio y un brutal asesino suelto que creen que está entre ellos
Cinco estudiantes alquilaron una casona en Moscow, Idaho, a pocos metros del campus estudiantil. Todo era felicidad, en un lugar apacible, donde desde hacía siete años no había habido ningún homicidio. Pero desde este sangriento asesinato, los alumnos huyen hacia sus estados de origen, por miedo, ante la falta de sospechosos

Han pasado, mientras escribo esta nota, 37 días del cuádruple crimen que tiene a la ciudad de Moscow, en Idaho, Estados Unidos, paralizada por el terror. Cuatro jóvenes de la Universidad de Idaho (Kaylee Goncalves, 21; Madison Mogen, 21; Xana Kernodle, 20 y Ethan Chapin, 20) fueron asesinados de una forma brutal dentro de la casa que compartían a una cuadra del campus estudiantil.
Tres fuerzas policiales investigan sin resultados evidentes, mientras los habitantes se desesperan y los alumnos huyen a sus estados de origen ante la falta de detenidos o sospechosos en una ciudad donde, desde hace siete años, no ocurría un solo homicidio. Todos creen que el asesino anda mezclado entre ellos y que hasta podría estar simulando temor.
Vamos a la madrugada sangrienta del domingo 13 de noviembre pasado.
Y… no fue una noche más
La vivienda del número 1122 de la calle King es de madera gris, tiene 213 metros cuadrados cubiertos y consta de tres plantas con seis habitaciones distribuidas dos por piso. Por las ventanas, algunos medios, han podido espiar los restos de la vida que han quedado atrapados en el tiempo: un vaso de plástico con pajita a medio beber; bowls con cereales; una notebook abierta y encendida; una bolsa de pochoclo; una planta que pelea por subsistir sin riego; un cucharón negro para pasta; dos cuchillos; una pila de vasos de cartón rojo; una bolsa de papas fritas casi vacía; luces navideñas que parpadean ajenas al drama y un irónico cartel de neón blanco sobre una pared de hojas verdes artificiales donde se puede leer: Good Vibes (buena vibra).
Cómo he tenido tanta suerte, había posteado Madison en su cuenta de Instagram poco antes de ser asesinada (IG maddiemogen)
Cómo he tenido tanta suerte, había posteado Madison en su cuenta de Instagram poco antes de ser asesinada (IG maddiemogen)
Esta casa que supo estar llena de música y risas hoy se encuentra precintada con una cinta amarilla y en silencio absoluto. La guirnalda navideña que adorna su puerta principal se ha transformado en una mueca siniestra del destino.
Cuando las cinco estudiantes eligieron alquilar esta casona pensaron en la comodidad de estar a un paso de las aulas donde estudiaban. Imaginaron sol, alegría y fiestas con amigos y compañeros nuevos.
Dylan Mortensen y Bethany Funke, las sobrevivientes en este policial, compartían la planta inferior o primera planta. Xana Kernodle estaba la del medio o segunda planta y, aunque su novio vivía a dos cuadras, solía quedarse a dormir. Kaylee Goncalves y Madison Mogen, amigas inseparables desde la primaria, ocupaban el último piso o la llamada tercera planta.
Dylan y Bethany estuvieron fuera y llegaron de regreso a la casa en la madrugada del domingo 13, por separado, cerca de la una de la mañana. Ethan y Xana, la pareja estaba saliendo desde el mes de marzo, arribaron un poco más tarde, luego de haber asistido a una fiesta de la fraternidad universitaria Sigma Chi a la que él pertenecía. Terminada la celebración solo tenían que caminar cinco minutos por un atajo hasta la calle King, pero estuvieron varias horas en un destino hasta hoy desconocido. Finalmente, Ethan acompañó a su novia hasta la casa a dónde llegaron a la 1.45. Era tarde y Ethan decidió quedarse a dormir. La suerte estaba echada también para él.

Por su parte, las amigas Madison y Kaylee, habían concurrido a un bar en el centro de la ciudad llamado Corner Club. Estuvieron con amigos y se las vio felices. Se retiraron del lugar alrededor de la 1.30 y once minutos más tarde fueron captadas por las cámaras de video callejeras en un área de food trucks. Querían comprar algo para comer. Pidieron pasta carbonara en el Grub Truck y esperaron unos diez minutos a que les entregaran su pedido. En las imágenes se ve que se cruzaron en la vereda con otros estudiantes y charlaron. En un momento se observa que Madison discute con un chico de buzo blanco y le hace un gesto de fuck you. Luego, en otra grabación recuperada, se escucha a Kaylee preguntándole qué le había dicho a Adam y a Madison que responde: “Le dije de todo”.
¿Quién es Adam? ¿Es el joven de buzo blanco?
Un conocido las terminó llevando hasta la calle King y, a la 1. 56 del domingo, la cámara del vecino las muestra entrando.
Ya estaban todos en casa, pero no a salvo. La muerte acechaba.
La mirada de los vivos
¿Qué vieron realmente Dylan y Bettany para llamar a sus amigos? ¿Por qué habrían dicho que había alguien desmayado en la casa? Los que ingresaron, ¿subieron a los pisos superiores y vieron los cuerpos?, ¿se dieron cuenta de que estaban contaminando la escena de un horrible crimen? No se sabe. En realidad, por la magnitud de los asesinatos según se dijo después por las redes, la casa estaba ensopada de rojo. Imposible no darse cuenta. De hecho, en una foto de la casa sacada por un medio norteamericano se vería sangre chorreando por una pared externa.
La policía habló poco con la prensa y se negó a entregar información a las familias. El contenido de aquel llamado al 911 nunca fue divulgado y de esas primeras horas no trascendió casi nada más. Solo hay esbozos inconexos y rumores soterrados.
Irónicamente, Kaylee Gonzalez había posteado en su cuenta de Instagram, horas antes de morir junto a sus amigos, lo feliz que era en este momento de su vida. A las 20.57 del 12 de noviembre, subió a la red social una foto de las cinco jóvenes juntas y escribió: “una chica con suerte por estar rodeada de esta gente todos los días”.