Un mes sin Cecilia Strzyzowski : la historia y los sueños de una chica con un padre violento y un marido que siempre le mintió
Es el sueño de todo vecino de villa, complejo de monoblocks o barrio de viviendas populares: comprar la casa de al lado, tirar la pared, edificar y tener el doble de metros cuadrados para diseñar el inmueble que quieren. Por supuesto que muy pocos lo logran.
Cecilia Strzyzowski (28) y César Sena (19) tenían ese plan. La idea había sido de Marcela Acuña (46), la mamá de César. Las casas del barrio Emerenciano Sena, por el padre de César, estaban asignadas para la pareja, que apuntaba a mudarse, construir una pileta y vivir en una casa que, por dentro, se parecería a una vivienda de un barrio de clase alta.
«Una vez los acompañé a un shopping a mirar cocinas. ¡No sabés las cosas lindas que pensaban comprarse! Supuestamente mi hija era feliz», dice Gloria Romero por Cecilia, que fue vista por última vez el 2 de junio, cuando entró junto a César a la casa de la familia Sena. El proyecto de las dos casas en una no fue el único que tenía en los que serían sus últimos días.
Cecilia era la hija de Gloria y de Miguel (54). La pareja se conoció en 1993, en la verdulería del barrio España (de Resistencia) que atendía él. Ella trabajaba como vendedora de autos, fue a comprar verduras, se hablaron y se casaron a los dos meses. Cecilia fue la primera hija que tuvieron. Luego, ya distanciados, tuvieron un reencuentro y Gloria quedó embarazada de Ángela.
Gloria recuerda los primeros años de Cecilia en una oficina de sus abogados. Aquí pasa todas las tardes de sus últimas semanas. Para llegar a ella hay que tocar un timbre, pasar una reja, subir dos escaleras, pasar una puerta. «Mi marido me era infiel. Tenía problemas con las adicciones: consumía alcohol y pastillas. Un día se puso violento; me ahorcó y me fracturó dos dedos. Estaba obsesionado conmigo», cuenta.
Cecilia fue testigo de la situación. «¡Con mi mamá no!», le gritó a su papá hasta que logró calmarlo. Durante un tiempo Miguel amenazó a la familia Romero. Decía que se llevaría a sus hijas a Paraguay. Por eso Gloria decidió que lo mejor era escapar a Buenos Aires. Alquilaron un departamento en Lanús. Cecilia hizo primer y segundo grado en una escuela del sur del Conurbano; su hermana, jardín y primero.
Regresaron a Chaco y Gloria, para no reencontrarse con el papá de sus hijas, decidió no hacerle reclamos legales ni juicio de alimentos. Con ayuda de una madre obstetra montó un polirrubro: fotocopias, almacén, librería, gaseosas. Cecilia aprendió a atender, a vender; a ser comerciante. Desde chiquita.
Pero la vida le tenía preparada otra misión que nada tenía que ver con su edad. Gloria sufrió un accidente doméstico y quedó postrada en su casa. «Me cambiaba los pañales, me inyectaba jeringas y por sobre todas las cosas me alentaba. ‘Mamá tenés que volver a caminar’, me decía. Ella siempre estaba pendiente de mí. Me juraba que me iba a cuidar, que no tenía que preocuparme», dice su mamá, emocionada. Por esos tiempos Miguel había dejado de molestarlas. Estaba obsesionado con otra mujer, y no volvió a acercarse ni a preguntar por sus hijas.
«Ceci nos contaba que le encantaba bailar; que se lo habían inculcado desde chica», afirma una amiga que prefiere no publicar su identidad. Como prueba de su relación muestra el último chat que tuvieron. «Pasate a tomar un jugo», le pide Cecilia. «Tengo nuevos proyectos en camino», le escribió en el que sería el último contacto.
Lo del baile había empezado a sus tres años. Fue a danza clásica y le dijeron que no podría practicarla por un problema en la columna. Fue ella misma la que insistió. «Entonces llevame a danza árabe», pidió. Llegó lejos: hizo hasta tercer año del profesorado. En la marcha del domingo pasado, su última maestra tomó el micrófono. «Era la más alegre del grupo. Nos contagiaba. Era alegría pura», contó, antes de participar de una coreografía con sus últimos compañeros.
A Cecilia le decían «Monkey». Así la llamaban sus familiares. Cuando tenía 20 años acordó un pacto con su hermana. Angela, «la Chiqui», estudiaría Medicina en Corrientes, se recibiría y luego sería el turno de Cecilia. Durante los años de cursada de Angela, pidió hacer horas extras en el call center en el que trabaja y hasta ir algunos sábados y domingos para ayudarla a pagar el alquiler en Corrientes y los gastos de la carrera.
Tinder y el match con Sena
«Porque me la pasé estudiando y trabajando», respondió Cecilia cuando su psicóloga le preguntó por qué a sus 25 años no había conocido a un solo chico. Tenía instructorados en yoga, reiki, alimentación, fitness. También había comenzado kinesiología. «Se pasó la vida pensando en los demás. En mí y en su hermana, en realidad», cuenta Gloria, a quién Cecilia le preguntó cómo hacer para conocer hombres.
Ella le dijo que en sus épocas había que ir a bailar y esperar los lentos. Pero que no tenía la menor idea de cómo sería en la actualidad. Una amiga le recomendó bajarse Tinder, la aplicación de citas. Y allí conoció al varón con el que tendría su primera cita. Se vieron durante un mes. Cecilia de desilusionó. Pero al tiempo se pondría en pareja con quien era su mejor amigo. La relación duró cerca de dos años.
Soltera otra vez volvió a la aplicación. Esta vez hizo match con César Sena.
Lo primero que recibió Cecilia de Sena fue una mentira. En su perfil de Tinder él se presentaba como arquitecto, decía que tenía 26 años y se llamaba Alejandro. En realidad tenía 17 y todavía iba a la secundaria.
César y Cecilia dieron match en la app de citas a mediados de 2021 y comenzaron una relación intensa, impulsiva, posesiva, que muchas veces parecía «ideal» desde afuera. Sobraban regalos, fotos, mensajes, piropos, proyectos. Pero adentro escondía una fuerte codependencia de parte de ambos. Todos los que hablaron con Clarín no dudaron en calificarla como «tóxica».
La Justicia fue un poco más técnica en su descripción: sostuvo que era «una relación desigual de poder y dependencia económica en la que se encontraba sometida Cecilia». Fue en el pedido de procesamiento de los siete imputados por el femicidio de la joven. El Equipo de Fiscales Especiales (EFE) a cargo de la investigación de la causa creen que los Sena aprovecharon esa desigualdad para ejecutar el plan que le dio muerte.
La pareja comenzó a salir formalmente el 24 de diciembre de 2021, unos meses después de conocerse a través de la aplicación. Según contó una amiga de Cecilia, desde el arranque se hicieron presentes las mentiras de César. Primero en detalles menores. Le prometía que iría a verla los días que actuaba y bailaba, pero luego nunca aparecía. A Cecilia esto le dolía. Cuando iban seis meses juntos ella descubrió que él además tenía otra relación, la cual había arrancado tres meses antes.
El otro factor que vició todo fue la influencia de la familia Sena, el movimiento piquetero con más peso en las calles de Chaco. Guardaespaldas, desconfianza mutua, miedo. César era apuntalado por Emerenciano Sena y Marcela Acuña, sus padres, para para convertirse el heredero político del movimiento. Era un protegido, un poco «nene de mamá». Él tenía siempre fijadas en su WhatsApp las conversaciones de Cecilia y Marcela porque «quería controlar en qué andan sus mujeres».
Cecilia sentía que estaba en el medio de ellos dos, según le contaba a un confidente que aparece en la causa y aportó varios chats reveladores. Ella quería que su novio tuviera una vida por fuera de la política, una carrera. Marcela nunca lo aceptó. A ella jamás la quiso.